La grandeza de las cosas simples


Estaba viajando hacia San Lorenzo, apenas pasadas las 8:00h, ya enfrascado en las tareas habituales del trabajo, es decir repasando los temas pendientes, organizando la agenda tentativa, viendo los puntos más importantes del día. Todo en mi cabeza, por supuesto.

Creo que fue la neblina baja, brillante por el sol, que me sacó de esa rutina que normalmente llega a aislarme del ambiente que me rodea. Y no estoy seguro acerca de qué era eso. Neblina baja o rocío en evaporación.

Eran como nubes que apenas se elevaban sobre el campo verde de soja y se mezclaban entre los pequeños montes que se desparraman en el horizonte. Y el sol, entre amarillo y naranja, recién se despertaba sobre el río Paraná.

Me desperté de mi autoaislamiento y no pude resistirme. Puse las balizas y abandoné la autopista. Dejé el auto y me apoyé en el costado que daba al este, para tratar de apreciar mejor el evento.

El aire tenía un extraño olor a pureza.

No habían pasado 3 minutos, cuando un auto paró detrás del mío. También con las balizas abandonó la autopista. Se bajó un hombre de más o menos 30 años y empezó a caminar hacia mí. En ese momento se disipó el blanco de mi mente y comenzaron a aparecer un montón de posibles alternativas para el futuro inminente, algunas dignas de guiones de cine.

En una fracción de segundo revisé algunos datos que había pasado por alto y que, con esa persona caminando hacia mí en medio de ningún lugar, eran detalles a tener en cuenta: no era un auto, era un utilitario y en la puerta había visto parte de un logo que me resultaba conocido.

Casi sin poder reaccionar se produjo el siguiente diálogo:
- "Necesita ayuda en algo?", dijo esta persona
- "No, gracias. Simplemente paré a ver el amanecer."
- "Ah! Bueno."
- "Querés aprovechar a verlo? Está muy bueno..."
- "No gracias. Lo veo todos los días"
- "Lo vés? O amanece mientras estás a las corridas?"
- "Lo veo..."
- "Qué suerte la tuya!", atiné a decirle.

Y el flaco de AUPESA, la empresa que tiene el peaje sobre la autopista Rosario - Santa Fe, se subió a su camioneta y se fue.

Subí al auto y retomé mi camino, mis actividades y las complejidades de la vida diaria.

Pero por un rato me quedé pensando en la grandeza que tienen esas cosas simples.

Como el amanecer.

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